lunes, agosto 29, 2005

ENTREVISTA A ALEJANDRO TANTANIÁN


· ¿Quién es Alejandro Tantanián?
Uh, ¡re largo! (risas). Nací en 1966 en el Hospital Alemán, mi vieja laburó treinta y ocho años ahí y en el medio nací yo. Soy descendiente de armenios; mi mamá es rusa y llegó a la Argentina en el ’35, y mi papá es argentino, hijo de armenios nacidos en Turquía. Ellos se conocieron en un baile de la colectividad armenia, y se casaron en el ’61.
Soy hijo único, y mi infancia estuvo muy ligada a los amigos imaginarios, tenía miles… hasta que comencé a leer, y esto me hizo desarrollar mucho más la imaginación.
A los trece años empecé a estudiar teatro en un taller de barrio, yo vivía en Belgrano. Y no paré: seguí actuando, después estudié dirección. Pero no escribí sino hasta comienzos de los ’90. Pensaba que tenía que “respetar” al teatro de una manera especial, en la que escribir casi no estaría permitido, hasta que me animé, dando lugar a mis primeras obras (de todos modos, tenía muchas cosas escritas, pero ninguna obra). “Un Cuento Alemán” es la primera obra que presenté.
También estudié canto seis o siete años; por suerte tengo algunas cosas genéticas, como una buena voz, potente y todo eso.

· ¿De qué trata “Los Mansos”?
Bueno, yo quería hacer algo con Dostoievski. En base a esto, y mimetizándolo con las biografías de los actores (y la mía), es que surge “Los Mansos”, que es una obra que usa como tronco a la novela “El Idiota”. Laburé en “Los Mansos” durante tres años, uno entero de ensayo, en fin…

· La Nación dice que “Los Mansos” es un proceso de avance y retroceso. ¿Qué te parece esta apreciación?
Vos sabés que no logro entender esa crítica… Supongo que es porque los personajes entran y salen de sí mismos, pero si te fijás, la obra es un avance continuo, no hay saltos en el tiempo. Quizás esta persona tome como “avance” el cambio de un ruso de hace dos siglos, con un tipo normal, de Buenos Aires, año dos mil cinco. Pero la verdad es que no sé.

· ¿Alguna vez te quedaste con ganas de hacer algo?
No… en realidad, sí. Para mí, hacer “Los Mansos” es maravilloso, imagináte, trabajar años en un proyecto y bancarlo solo (porque yo puse el montaje de mi bolsillo, acá nadie ve un peso) es fantástico, lo hago por placer. Pero de todos modos, siempre uno mira “más allá”. Siempre hay proyectos dorados e irrealizables… Por ejemplo yo, que quiero hacer una ópera que se llama “Orfeo”, de Claudio Monteverdi, que se considera la primera ópera. Pero claro, acá el único lugar donde se puede levantar es en el Colón, que está lleno de reggies… Y si no, hay que hacerla afuera. Yo quiero hacerla y hacerla grande, con un montaje de la ostia, con cantantes excelentes, que sea perfecta.

· ¿Qué buscás a la hora de elegir un actor?
Yo no soy un director de castings, quiero decir que no me gusta la escena de un tipo que va a probarse y otro que lo evalúa, mucho menos cuando soy yo el que tiene que evaluar. Los nervios pueden jugar muy en contra; además, puede ser que un tipo te haga una audición impresionante y termine siendo un desastre, y viceversa.
Yo tengo un grupo de gente con el que suelo trabajar; una especie de familia elegida (que siempre es mejor que la que nos toca en suerte). Por ejemplo a Nahuel lo ví en una obra, hace mil, y mientras leía y releía “El Idiota” pensaba en que tenía que ser él… leía y lo imaginaba a él.
Con Stella hemos hecho cosas juntos siempre, y a Luciano… bueno, con Luciano nos dirigimos, actuamos juntos, escribimos…

· ¿Compartís el punto de vista de Dostoievski respecto a Dios?
Sí; yo creo que Dostoievski era un tipo totalmente creyente. Considero que creía profundamente en Cristo como ser humano, pero el hecho de que haya pasado por lo que pasó al ser sacrificado lo hace dudar. Él cree en el dolor humano.

· ¿Creés en Dios?
Sí. No soy practicante, no voy a la Iglesia sino para bautismos, etcétera, pero creo en Dios.

· ¿Para qué sirve un blog?
Internet es una cosa maravillosa. Yo soy un adicto a Internet (ojo, “adicto” bien, porque hay mucha gente que es realmente adicta y la pasan mal). Mando muchos mails, navego mucho y me gusta hacerlo.
Llegué al blog porque un amigo mío (que es escritor y profesor en la carrera de Letras, en la Facultad de Filosofía y Letras, que se llama Daniel Link) hizo uno en el que copiaba noticias y las comentaba.
Leí eso, y me gustó. Entonces me puse a navegar por diversos blogs. Personalmente, yo lo uso como si fuese un diario. Muchos directores andan con un cuadernito anotando ensayo por ensayo. Yo ya no hago eso, porque cuando lo hacía me la pasaba todo el ensayo anotando y anotando y al final nunca leía el cuadernito. Entonces, el blog es un espacio, un registro interno que exteriorizo, un cajoncito donde “guardo” mis cosas, en el que puedo compartir con el resto de la gente qué pasa en cada ensayo, qué pasó en el estreno…

· ¿Dostoievski te ayuda o te enseña?
(Piensa) Ni una cosa ni la otra: ambas. Dostoiesvki es un amigo con el que supe enojarme y volver a enamorarme durante toda mi vida. A mí, mi padrino me leía los cuentos para niños de Dostoievski cuando era chico, y me fascinaba. Más tarde empecé a leerlo yo, y siguió maravillándome, era adolescente y esa cuestión tortuosa me venía bárbaro. Y de grande seguí encontrándole grandes atractivos. Es el único autor con el que me sucede esto.
Siempre me pasó, leer cosas que antes me parecían espantosas, y ahora me vuelven loco, y al revés. Pero con Dostoievski… siempre me vuelve loco.
Es… es un compañero de vida.

CRÓNICA "LOS MANSOS".

Domingo, 19.10hs

En El Camarín de las Musas, se respira el aire propio de los instantes previos a la función.
Al cortar el ticket, Tantanián mira a los ojos. El director parece intuir quiénes somos: “Nicolás”, dice. Efectivamente, no erró al suponer. Nos promete esperarnos al finalizar la presentación.

Comienzan los tres actores a contar… “en Italia hay una ciudad que se llama Florencia, y en las afueras de Florencia hay una casa. En esa casa hay una placa, y en esa placa dice ‘entre Agosto de 1868 y Agosto de 1869, Fedor Dostoievski escribió su novela ‘El Idiota’”. Y comienza la obra.

En la primera escena, una suerte de presentación, el idiota manifiesta sus deseos de volver a su casa con árboles y ratas. Sostienen también que la única manera de salvar al mundo, según algunos rusos, es cruzar el río de orilla a orilla con una vela encendida.

Rogojin golpea a Stella Galazzi, que como no podía ser de otra manera, interpreta a la deseada Nastasia. Y le dice que no comerá ni dormirá hasta que logre su perdón. Stella y Natasia le explican que no, que no lo hará -o harán-, y que saldrá al teatro con “un amigo”.

Tomando la posición de narrador, Nahuel explica que Nastasia salió al teatro, y que al volver, su compañero la besó y se tocaron apasionadamente, excediendo estos mismos conceptos en plena vía pública. Al entrar a la casa, ya de madrugada, Nastasia encuentra a Rogojin aún despierto, y –cumpliendo su promesa- sin haber comido.

La obra ofrece diversos escenarios imaginarios, desde un viaje en tren, la descripción de un cuadro y el mismísimo final (copiados textualmente del libro), hasta momentos propios de un musical, con personajes bailando. Se besan Nastasia y Rogojin, Rogojin y Myshkin, pero el beso más esperado, aquel de Nastasia y Myshkin, nunca llega a concretarse.

Otro leitmotiv que figura permanentemente, como los ataques de epilepsia y las sensaciones respecto a estos ataques, es la descripción de un cuadro de Hans Holbein, de 1521, que muestra a Cristo muerto. “Cristo demostró que el sufrimiento puede ayudarnos”, “los hombres poseen la acción y el sufrimiento para enriquecer al mundo”repitieron varias veces. La obra pictórica es analizada de una manera sumamente integral, desde diversos puntos de vista. Algunos espectadores experimentaron, sintieron o pensaron en algún tipo de paradoja cuando, en medio de estas católicas conversaciones, música judía envolvió el aire de la sala. También Tantanián -que además de actor, director y dramaturgo es músico (musicaliza esta obra)- nos regala la posibilidad de escuchar la más angustiante ópera, que queda excelente como adorno en las escenas en que se la incluye.

Alternando con estos momentos “profundos”, los actores demuestran sus habilidades cuando dejan de mostrarse como seres sufridos, y comienzan a contar anécdotas de sus antecesores. “Mi abuelo siempre tenía el bolsillo lleno de caramelos”, “mi abuela me llevaba a la heladería Venecia”, “mi mamá, que era armenia…”. Continuando con este momento autobiográfico, los personajes juegan al “toshka-toshka sapiteia”, que es un juego ruso. Ganó Myshkin.

“Es más fácil y más lindo morir con árboles alrededor. Y es más fácil y más lindo también, vivir rodeado de árboles”, dijo el idiota. Luego de la puñalada de Rogojin a Nastasia, el idiota vuelve a sentenciar “hoy no creo en dios. Mañana seguro que sí…”, dando lugar a que Rogojin encienda la vela y cruce el río.