lunes, abril 26, 2010

Lista de cosas que no voy a ser nunca camuflada en una simple historia





Había una vez una chica [ASTRONAUTA] que se llamaba Belén y vivía en un departamento en un pasaje empedrado, pero quería vivir en un castillo. Le fascinaban los cuentos de hadas y princesas [COCINERO] con los que se dormía todas las noches. Su cuarto era un collage rosa, de paredes decoradas y acolchado con estrellas, [ACTOR] y en cada cumpleaños los tres deseos eran el mismo: que [DELANTERO DE RIVER Y DESPUÉS DEL REAL MADRID] un día llegara su príncipe azul a buscarla en un caballo y se la llevara al castillo en el que vivirían.

Belén creció y al promediar la adolescencia, su [EMBAJADOR DE UNICEF] cuarto tenía más fotos de actores y músicos que de otra cosa y sus intereses, naturalmente, eran otros. Poco después, entró a la [EQUILIBRISTA] Universidad como estudiante de arquitectura, y la carrera le demandaba mucho tiempo para seguir recordando las hadas y princesas que ya no vivían [COLECTIVERO] en su dormitorio, que en lugar de las fotos de heroínas de Disney, estaba forrado de diseños de edificios, apuntes y trabajos [NIÑO PRODIGIO] prácticos.

Una tarde, alguien tocó el timbre. Bajó a abrir y se quedó atónita en el hall de su edificio.
En su ciudad pasaban cosas raras, sí, pero [PINTOR] nunca había visto algo así: un caballo blanco, cuyo color tenía la misma pureza de su infancia, y al lado del caballo, un hombre alto, de [BIÓGRAFO] ojos del color del mar y cabello de oro, mirando el edificio como quien mira un extraterrestre. Estaba vestido con un traje extraño, azul casi turquesa, tenía una [MARINERO] capa roja y a un lado de la cintura, una espada reluciente. En una mano llevaba un sombrero grande con una pluma blanca [CONDUCTOR DE TV] y con la otra mano se animó a saludar, del otro lado de la puerta de vidrio. Belén, que no entendía demasiado, pensó que siendo la hora [ESCENÓGRAFO] del té, difícilmente hubiera una fiesta de disfraces en la casa de alguno de sus vecinos.
El príncipe preguntó por ella e inmediatamente pidió [HERMANA] disculpas por haber demorado tanto [EDITOR] tiempo: describió los paisajes que recorrió con su caballo, los innumerables pedidos a su padre, el Rey, para que le permitiera casarse con una plebeya y no con la princesa que ya le [CURADOR DE UNA OBRA O INSTALACIÓN EN UN MUSEO, CON ONDA O NO] habían asignado, y la lucha con el dragón que vivía en las afueras de su castillo, cuyas llamaradas de fuego no habían dejado guerrero con vida, según decían. El príncipe sorteó [MODELO] todos estos obstáculos y se presentó ante Belén que, mucho más que sorprendida, lo escuchó y le agradeció, mas [JUEZ] no sin explicarle que aunque la travesía la llenara de ternura, su momento de aspiraciones a [INGENIERO] princesa ya había pasado, que tenía la facultad y que en ese momento no podía dejar todo para irse a vivir a un castillo.
El príncipe preguntó varias cosas, tratando de entender lo que no entendía, hasta que finalmente agradeció, educado, y [HOMBRE BALA] subió a su caballo, que pateaba el cordón de la vereda y sus herraduras hacían ruido contra el empedrado [FISICOCULTURISTA] de la calle.

Belén volvió a entrar [PELUQUERO] al edificio, pensando en el tiempo dedicado a todos los que la habían hecho llorar y no habían luchado contra ningún dragón, y se dio cuenta de lo que estaba dejando [MAGO] pasar. Volvió sobre sus pasos, alcanzó al príncipe que ya casi había llegado a la avenida y le repitió que no podía [PELIRROJO] irse al castillo pero que él podía quedarse con ella en el departamento.


Y así queda demostrado que para escribir cuentos [GÁNGSTER] de príncipes y castillos no necesito ningún sapo.

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