domingo, enero 24, 2016

Brevísimo comentario sobre algunos de mis dedos

Si bien necesito todos mis dedos, a los que amo en veinteavos iguales, mis preferidos son los de las manos y, dentro de estos, los anulares.
Sin reparar en su funcionalidad, ya que todos los de las manos (no hablaré de los que no encuentro en mis manos) cumplen su rol satisfactoriamente -especialmente cuando tengo que sonar la guitarra o el pianoforte, o alguien me dice "ay pero qué manos de pianista" y yo en silencio le digo que bueno, que por más baladas que toque son manos de lector-, encuentro en los otros ocho algún aspecto perfeccionable desde lo estético. Mas en mi anular izquierdo, ¡ah!... es tan expresivo que si pudiera llorar o recitar Whitman me daría exactamente the same.
Por no hablar del derecho, que guarda una simetría tan simétrica que a veces me parece tener un espejo en las manos, donde mis anulares se confunden en una fusión eterna. O, bueno, quizás no tan eterna (lo eterno tampoco dura tanto, lo sabe cualquier enamorado), porque en el trance se me ocurre mover alguno de los dos, ya no sé cuál, y entonces creo volver a distinguirlos.

Mis dedos anulares, con sus uñas cortadas en el día de la fecha, se presentan con elegante discreción, como un alumno de aseo impecable en la década del cuarenta, mueven sus falanges falanginas falangetas a mi total merced, y yo los admiro maldiciendo este nombre que nuestro limitado idioma les ha dado: anular.
Anular, un verbo espantoso, porque no me van a decir que anular es un sustantivo; es un verbo horrible, que no tiene que ver con mis distinguidos [anulares].
La abominable etimología corresponde a los anillos, se dice anular por ser el dedo en el que van los anillos. En mi caso, no necesito embellecer mis, llamémoslos, dedos-de-al-lado-del-meñique porque aquella empresa es imposible. Naturalmente, es por esto que no pienso casarme o, si lo hago, llevaré la alianza en el pulgar o en la nariz, un esposo cerdito, con tal de no molestar la eufonía de mis dedos, de esos dedos, que no necesitan nada.

Espero que el inmediato análisis de las extremidades de vuestras extremidades, que no dudo y que no dedo ya habréis hecho, indique que estáis en armonía con vuestros (no quiero repetir ese nombre, pero ya saben, el verbo) como estoy yo con los míos.