domingo, noviembre 07, 2010

Había


Había una vez un barrio y en ese barrio había un bar, y en ese bar había una cocina y en esa cocina había un horno pero afuera del bar había un poeta y en ese poeta había un corazón y en ese corazón había sangre y en esa sangre había pasión y glóbulos rojos, y en esos glóbulos rojos había oxígeno y en ese oxígeno había esperanza y en esa esperanza no había nada pero cerca de esa esperanza pasaba el tiempo y en ese tiempo había habido otoño y en ese otoño había muchas hojas amarillas y amores que no eran de verano, de primavera ni de invierno, y en la primavera donde no hubo amores de aquel otoño había flores de colores y esas flores tenían pétalos y raíces, y los pétalos no estaban enterrados en ningún lado pero las raíces sí, y estaban enterradas en la tierra del mismo parque donde había hamacas, toboganes, perros y nenes y los toboganes no decían nada pero los perros tampoco y en esos nenes que decían muchas cosas había ganas de tomar un helado y en esos helados había sabores y en esos sabores había frutillas y crema americana, y en esas frutillas y crema americana había rojos y blancos y en esos rojos y blancos había cualquier cosa menos azul pero para qué pensamos en eso si el azul estaba en el cielo y en el cielo había estrellas y en las estrellas había luz y en esa luz había brillo y en ese brillo no había rojos y blancos porque en las estrellas había cualquier cosa menos frutillas y crema americana pero hasta yo sé que a las estrellas no les gusta el helado que los días de calor tomaban los oficinistas que salían de las oficinas donde había escritorios porque en esos escritorios había papeles y en esos papeles había muchasletras y muchosnúmeros que aburrían inclusive a los oficinistas que se divertían con las oficinistas y que iban con la corbata y la cortaba tenía un nudo y en ese nudo había una garganta y en esa garganta había cuerdas vocales y en esas cuerdas vocales había vibraciones y en esas vibraciones había aire y ese aire estaba en la misma esquina donde te conocí la vez que salía del teatro donde fui a comprar las entradas que al final no compré porque se habían agotado como se agotan los ancianos que caminaban por las cuadras que tenían negocios que vendían ropa donde –naturalmente- había ropa y vendedoras y clientes que pagaban con tarjetas donde había plástico y bandas magnéticas y yo de bandas magnéticas no sé nada pero había plástico en el tacho de basura que había en una calle luminosa donde pasaba el viento, una bicicleta que manejaba un nene con una sola ruedita y una chica que no solamente leía antes de irse a dormir sino que contaba los escalones de cada escalera que subía y vivía en un barrio y en ese barrio había un bar, y en ese bar había una cocina y en esa cocina había un horno y en ese horno había una gorda y en esa gorda había muchas milanesas.

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