viernes, octubre 10, 2014

Penal relatado en tres actos

I
            Sinatti entró por la izquierda, cuerpeó al seis con inesperada decisión y, por suerte (porque no sabía muy bien cómo resolver, Sinatti no sabe definir), alguien que no supo quién fue le pateó el talón. Sinatti cayó en plena área sin siquiera exagerar, porque es defensor y no tiene la astucia de los delanteros. De todos modos, Manríquez pitó inmediatamente.
         Claro penal.


         Mariana encontró la nota y contuvo la respiración.
         "Laura tenía razón. El que busca, encuentra", pensó mientras volvía a dejar el papel en el saco de Pablo, prolijamente doblado en el bolsillo superior.
Cortó las cebollas y las puso a freír en la sartén. Agregó unas rodajas de pan, que toman un gusto especial cuando se cocinan en cebolla y aceite.
Sonó el teléfono y Mariana fue a responder, limpiándose las manos con el repasador en el pasillo. Era Laura. Mariana dijo que estaba cocinando y que se verían el domingo.

         Volvió al calor y destapó una botella de malbec. El ruido de las cebollas y el pan en el aceite la hizo pensar en eso que sale de los vinilos antes de la canción, e imaginarse que desde la sartén saldría algún Lou Reed la llevó a olvidarse del resto y tararear algo durante dos o tres minutos. Después de todo, la sartén también es redonda y negra.
         Peló las papas, las puso a hervir y comenzó a rebozar las milanesas, con ajo y perejil.

         Cuando estaba abriendo el horno oyó la cerradura, dos pasos y la puerta que volvía a cerrarse. Lou Reed no cantaba desde hacía veinte minutos.

         Pablo comía y Mariana, que tenía (y tiene) un máster en Comunicación, no sabía cómo poner el tema sobre la mesa, entre los platos, la botella y el salero. Mariana se sintió fuera de su lugar, otra vez, y pensó en que debía haber estudiado psicología, o haber hecho tiro al blanco.

- Debería haber estudiado psicología.
- ¿Y eso?
- No, nada.

         Mariana se comió el último pan con aceite y sabor a cebolla, se levantó y al volver a la cocina puso el papelito abierto sobre la milanesa que Pablo tenía en su plato.

                                                    II
                                                      

         Tácitamente, diez hombres le concedieron a Marlone la tensión de servir la número cinco en el plato de postre. Esteban Marlone se puso las manos en la cintura y levantó la mirada. Ocho mil personas insultándolo del otro lado del muro de alambre, y frente a él el flacucho Berder, que se había acercado a molestarlo cuando Manríquez lo mandó de vuelta al arco. "La vas a mandar a la mierda", aseguró Berder.

        
         Paula se levantó tarde, se duchó y logró llegar al jardín con diez minutos de retraso. Tomó un café con la directora y la maestra de la salita verde, y poco después comenzaron a llegar los chicos.

         Cantaron una canción de María Elena Walsh y la representaron. Paula escuchaba esa canción cuando era chica y le gustaba mucho ver cómo los niños actuaban lo que decía la letra. Se sentía verdaderamente útil, y esperaba que sus chicos pudieran hacer lo mismo que estaba haciendo ella dentro de quince o veinticinco años.
        
         Hablaron de los transportes, cada uno dijo cómo llegaba al jardín a la mañana y cómo se imaginaba que sería venir en otro medio: los que venían en auto nunca se habían tomado un tren.

         Después, hicieron un collage representando a la familia: cada nene hacía el suyo, en cinco grupos de cuatro. Hasta que Paula notó un problema entre Cristian y Agustín. Se acercó y preguntó qué pasaba.

- ¡Cristian acaba de agregar a Julieta en el collage de su familia!, reprochó Agustín.
- ¿Y por qué la agregaste, Cristian?, preguntó Paula.
- ¡Es mi novia, Julieta!, volvió a reprochar Agustín.

- La agregué porque ayer vos dijiste que nada era para siempre y cuando yo sea más grande, Julieta va a ser novia mía y no de Agustín.



         Julieta los escuchaba, en silencio, mientras le ponía Voligoma a una figura y la pegaba en su collage.


 III

         Marlone está mirando el planeta de cuero cosido, donde se concentra todo.
         Piensa en dejar el fútbol cuando termine el torneo, irse a vivir al campo. Aceptar el pedido de Paula y tener hijos - de otra manera, no pasará mucho tiempo hasta que Paula encuentre algún joven profesional que se los prometa, y quizás hasta se los cumpla, y entonces Marlone volverá a la depresión. Está decidido, me voy al campo y tengo hijos con Paula. No, Paula estará hablando con alguien. Esta misma noche se lo digo.

         Marlone, que iba a tirar a colocar, patea fuerte y arriba.



         Me lo contó mi abuelo. Yo no entendía. Bueno, no entiendo. Me cuenta historias, generalmente las repite pero igual siempre es lindo escucharlo.
         El otro día me contó que, cuando él era chico, llegó a ver algo de eso, de cómo era antes. Cómo era antes, ¿entendés? Cuando la gente no se comunicaba, cuando no había lo que hay ahora. Yo no entiendo cómo el viejo pudo vivir así. El viejo y mucha gente, claro, porque antes eran como ocho mil millones.

         No te quiero aburrir, estás cansado vos también. Pero esperá, no te duermas. ¡No te duermas que esto tenés que escucharlo! Me dijo que antes la gente no vivía como ahora. Parece que la medicina había avanzado tanto que llegaban a los ochenta o noventa, al menos donde vivía él; sus abuelos murieron a esa edad. ¡Algunos hasta los cien! Claro, de repente había mucha más gente. La tecnología, es decir lo que nosotros entendemos hoy como tecnología, para ellos era tener una pantallita de plástico en el bolsillo que les decía todo. Sí, claro, todo menos el olor del pasto; todo lo que era todo para ellos. No me entra en la cabeza, ¿cómo hacían? Me explicó cómo funcionaba, era algo rarísimo. De hecho él llegó a tener uno, hasta la guerra. Me dijo que fue la cuarta guerra mundial, que cuando California y Nueva York todavía eran el mismo país, antes de la división, la que terminó con todo esto. Se llamaba Estados Unidos. ¿No me creés? Me dijo que la gente iba por la calle con unos anteojos por los que hablaban con los otros, hacían las compras, programaban el despertador. El despertador, eso que sonaba a una hora para que uno se despertara. El viejo está loco, la verdad. Mirá, menos mal que estuvo esa guerra... Sí, es así, Europa era una zona riquísima y con un montón de ciudades. ¡Pero te lo digo en serio! ¿De qué te reís? Había varias ciudades. Él estuvo, fue con sus padres. No sé, habrá sido en el 2035, qué sé yo. Pero Estados Unidos (como se llamaba la unidad de California con Nueva York, qué nombre tan no nombre) tiró varias bombas atómicas - no sé, algo raro que rompía todo, algo de los átomos, hay que preguntarle al abuelo - y Rusia también, sí, esas bombas, y acá estamos. Las partes más ricas del mundo, plaf. Cómo habrá sido vivir en ese momento, televisor, telecomunicación. ¿Ya tendrían caballos? Seguro que no. Qué curiosidad, vivir en esa selva. En una de esas, hasta ni siquiera eran personas.


         ¿Te dormiste? Será posible, che.