jueves, enero 08, 2009

Herminia (breve relato con moraleja)

Herminia era una señora que se cuidaba. Iba todos los meses a sus médicos (en vano sería enumerarlos a todos) y tomaba los remedios con una precisión absoluta. Herminia estaba segura de que así viviría más tiempo, posponiendo siempre un poco más el penoso momento del adiós. Aunque cada tanto tenía ganas de tomarse una cerveza, Herminia no comía nada con sal, le sacaba la grasa a la poca carne que comía y solamente bebía agua mineral con poco sodio. Así, Herminia era feliz.

Hermina era una señora que se cuidaba. Permanecía en su casa prácticamente todo el invierno, para no tomar frío, y en primavera iba a pasar las tardes sentada en el parque con una botellita de agua, a mirar a los niños que juegan y a las parejitas que toman mate en el pasto o pasan caminando. Así, Herminia era feliz.

Herminia cocinaba para su familia. Cocinaba poco y sano, porque no quería fatigarse ni hacer demasiado esfuerzo, atendiendo la palabra del médico. Aunque cada tanto tenía ganas de comerse una pizza con jamón y morrones, se contenía. Herminia estaba segura de que así viviría más tiempo, posponiendo siempre un poco más el penoso momento del adiós.

Herminia era de esas señoras que parece que fueron viudas toda su vida. Herminia lo recordaba con cariño pero ya no sufría su ausencia.

Los análisis, cuyos resultados eran la pauta que definía el futuro de Herminia hasta el análisis siguiente, daban siempre dentro de los parámetros normales. Herminia no era una mujer con demasiados motivos para preocuparse. Así, Herminia era feliz.

Hasta que un día, sola en su casa luminosa, sonó el teléfono. Herminia se levantó rápidamente, y en el apuro se golpeó la pierna con la mesita ratona. Herminia cayó al piso y murió instantáneamente.



MORALEJA: hay que darse los gustos.

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